martes, 27 de septiembre de 2016

El Alzheimer borra la memoria, no los sentimientos



El Alzheimer es una enfermedad cerebral que causa problemas en la memoria, en la forma de pensar y en el carácter o en la manera de comportarse. Esta enfermedad no forma parte del envejecimiento al que estamos acostumbrados, pero desgraciadamente se ha introducido en la vida cotidiana de cualquier persona.

Esta grave enfermedad empeora con el paso del tiempo y aunque existen muchos síntomas, la mayoría de las personas experimentan pérdidas de memoria severas que afectan a las actividades de la vida diaria y a la habilidad de gozar de momentos con los que disfrutaban anteriormente. Las primeras fases son fundamentales para trabajar con ellos, intentando ralentizar el deterioro y conservar o recuperar capacidades y destrezas que dificultan su independencia. 

Pero, a pesar de todo, el Alzheimer no impide que la persona no tenga ganas de recibir cariño y de dar todo lo que puede de una forma distinta a la que nosotros esperamos. Necesitan tanto cariño o incluso más que cualquiera de nosotros, ya que se sienten perdidos y desorientados. Ocasionalmente, la única forma de comunicarse con nosotros es a través de una caricia, de un beso o con cualquier otro gesto de amor que nos demuestren que, aunque no de la forma que nos gustaría, ellos, están ahí. 

Son personas que han olvidado su pasado, su vida y sus recuerdos más preciados. Es duro para un hijo ver como su padre, madre o incluso ambos,  no lo reconocen y ver como la persona que ha sido siempre el pilar en su vida, va olvidándolo todo y volviéndose cada vez más débil e indefensa; pero tenemos que tener en cuenta que ellos son los mismos, son aquéllos que han cuidado de nosotros desde pequeños y los que han luchado siempre por nuestro bienestar.

Muchas veces escuchamos frases como: “para que voy a visitarla, si ni siquiera se acuerda de mi”. Efectivamente, probablemente no les recuerden, probablemente reconozcan en ustedes a otras personas, y observen como día a día se van alejando más de la realidad, o, cómo esa madre, hermana, tía o abuela, ya no recuerda el fantástico día de playa de hace unos años, o el abrazo infinito que nos dieron en algún momento; pero estaban allí, eran ellos mismos quienes provocaron en nosotros aquellos sentimientos que nos hicieron reconfortarnos en malos momentos, o simplemente disfrutar en los buenos. Su memoria no persiste, pero sí su alma, sus sentimientos y sus ganas de vivir. No recuerdan quien eres, pero desean que les abraces, que les mimes, saber que estás ahí; te necesitan, como tú los necesitaste en algún momento de tú vida.


¿Si olvidaras todos tus recuerdos, no te gustaría sentir dentro de tu alma un abrazo o un beso de un ser querido?


Almudena Pasadas Martínez
Terapeuta Ocupacional




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